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Imágenes

Estatua de Thomas Sydenham, la incógnita develada

Pablo Young

Revista Fronteras en Medicina 2024;(03): 0186-0196 | DOI: 10.31954/RFEM/202403/0186-0196


Este artículo no contiene resumen

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Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.

Fuente de información Hospital Británico de Buenos Aires. Para solicitudes de reimpresión a Revista Fronteras en Medicina hacer click aquí.

Recibido 2024-08-16 | Aceptado 2024-08-26 | Publicado 2024-09-30


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Figura 1. Estatua Thomas Sydenham.

Figura 2. Inauguración de la estatua Thomas Sydenham.

Figura 3. Thomas Sydenham.

Figura 4. Presidente Alejo Julio Argentino Roca.

Figura 5. Tumba de Badaracco, cementerio de Staglieno.

Figura 6. Tumba de Badaracco (detalle), cementerio de Staglieno.

Figura 7. Tumba de Domenico Del barbiere, cementerio de Staglieno.

Figura 8. Tumba de Domenico Del barbiere (detalle), cementerio de Staglieno.

Figura 9. Tumba de Carolina Gallino, cementerio de Staglieno

Figura 10. Réplica de la Caridad de Lorenzo Bartolini en el Hospital Italiano.

Figura 11. Anuncio del diario “La Libertad” sobre la apertura de la Exposición Continental Sudam...

Figura 12. Hermann Boerhaave.

Figura 13. Samuel Hahnemann.

Figura 14. Mateo Orfila.

Figura 15. Jean Cruveilhier.

Figura 16. Armand Trousseau.

Figura 17. Ferdinando Gobbi.

Figura 18. Al pie de las estatuas se observa nombre del autor, firma, ciudad y año.

Figura 19. Las estatuas del Italiano tienen en su base el nombre de las persona que las donó.

Figura 20. Datos al pie de la estatua de Sydenham.

“El arte es lo mejor de nosotros y lo que dejamos

para el futuro…”

Umberto Eco (1932-2016)

El lunes 4 diciembre de 2023 se llevó a cabo la celebración del Día del Médico. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) recuerda al 3 de diciembre como el Día de la Medicina en las Américas o día del médico. Día del Médico, en América, fue decretado en 1933 en el Congreso Médico reunido en Dallas, Texas, e instituido en homenaje al nacimiento del médico Carlos Juan Finlay y Barrés (Camagüey, Capitanía General de Cuba, España, 3 de diciembre de 1833 – La Habana, Cuba, 19 de agosto de 1915), que descubrió el papel del mosquito Aedes aegypti como trasmisor de la fiebre amarilla. En Argentina se festeja este día por iniciativa del Colegio Médico de Córdoba, avalada por la Confederación Médica Argentina, y oficializada por decreto del Gobierno en 1956. En esa oportunidad, en 2023, se inauguró la estatua de Thomas Sydenham (1624-1689) en los jardines del Hospital (Figuras 1 y 2). La obra fue puesta en valor (ya que estaba muy deteriorada, con falta de algunas partes como la nariz, parte de una mano y un pie, además de estar enterrada por muchos años) por el Dr. José Nápoli escultor, Ginecólogo y Patólogo de la Institución.

Thomas Sydenham a 400 años
de su nacimiento

Thomas Sydenham (Figura 3), conocido por sus apodos de “Padre de la Medicina Británica” o el “Hipócrates inglés”, fue bautizado el 10 de septiembre de 16241. Fue el quinto de diez hermanos, siete varones y tres mujeres.

Estudió en la Universidad de Oxford junto a Thomas Willis (1621-1675), John Locke (1632-1704) y Richard Lower (1631-1691) conocidos como el cuarteto médico de Oxford1.

Thomas tomó las armas (batalla final de la Guerra Civil Inglesa) a favor de los parlamentarios encarnados en la figura de Oliver Cromwell y en 1651, a los 26 años, regresó a luchar como capitán en uno de los regimientos de Cromwell. En ese mismo año, en la batalla de Worcester fue gravemente herido e incluso dado por muerto1.

En el año 1655 contrajo matrimonio con Mary Gee, con quien tuvo tres hijos William, Henry y James, y comenzó a practicar la medicina en el aristocrático barrio de Westminster. Boerhaave, el “Hipócrates holandés” se sacaba el sombrero cada vez que mencionaba su nombre.

Publicó 10 libros, en 1676 publicó la tercera edición de Observationes medicae, quizás su libro más conocido (donde describe su especie morbosa, el láudano de Sydenham, y la corea que lleva su nombre)1.

Falleció el 29 de diciembre de 1689 a los 65 años, en su casa de Pall Mall, donde había vivido desde 1667, y fue enterrado dentro de la iglesia de St. James, Piccadilly, en el barrio de Westminster. Hoy calles en distintas ciudades (Birmingham, Bristol, Londres, Manchester, Nottingham, Nueva York, Filadelfia, Boston, Chicago y Los Ángeles) y hospitales (en Londres y Nueva York) llevan su nombre.

La obra de Sydenham ha sido reconocida como una de las más influyentes en la historia de la medicina. William Osler (1849-1919) lo ha señalado como el justo padre de la medicina moderna2.

El descubrimiento develado

En el año 1997 se inició una excavación para hacer una reforma edilicia de Recursos Humanos y se encontró una estatua de mármol de Carrara perteneciente al escultor italiano Giacomo Moreno (1832-1910), realizada en 1869. Se desconoce cómo llegó al hospital (pero sería luego de 1882). Existe la posibilidad de que haya sido una donación del gobierno de Alejo Julio Argentino Roca (1843-1914) (Figura 4), quien puso la piedra fundacional el 22 de enero de 1886 de nuestro 4to hospital, que es donde se encontró la estatua. Se pudo determinar, luego de una serie de averiguaciones (entre ellas, en el Royal Society of Medicine, en Londres) que hiciera John D. C. Emery mientras ocupó la dirección del Hospital, que se trataba de Thomas Sydenham3.

El Dr. Hugh Fraser Warneford Thomson, el primer jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Británico, además de escribir el primer libro de la historia del Hospital4-6, era sobrino de Robert Fraser, quien condujo la empresa familiar Alpargatas entre 1913 y 1946. También tuvo una activa participación en el Hospital Británico desde 1929, donde llegó a ser presidente del Consejo de Administración durante 10 años consecutivos (1934-45), responsable de equipar la sala infantil (la sala de Pediatría que lleva su nombre) y de la construcción del 5to Hospital que se inauguró en mayo de 1940. Hugh Fraser Warneford Thomson le comentó al Dr. John Durnford Humphreys (comunicación personal), ex jefe del Servicio de Cardiología, que su tío Robert Fraser, para construir el 5to hospital, hizo demoler los edificios de 1887, y aprovechó la oportunidad para hacer enterrar las estatuas y placas existentes en aquel entonces, ya que él decía que el hospital era un lugar para los pacientes y no un lugar para ensalzar a las personas sean médicos o enfermeras. Fraser nació en Escocia en una familia presbiteriana (en las iglesias presbiterianas no hay imágenes ni se veneran santos), por lo que es posible que haya trasladado esa actitud al ámbito del hospital. Se dice que además hizo eliminar todas las fotos, como la de la colocación de la piedra fundamental, y todos los archivos relacionados con las personas. Sabemos que por lo menos están ocultas la piedra fundacional del 4to hospital 1886, la estatua de Robert Reid y la placa de Edith Cavell7.

He hablado con su bisnieto Robert Fraser, actual integrante de la Comisión Directiva del Hospital, quien ratificó esta historia como perfectamente posible.

Hugh Fraser Warneford Thomson fue el pionero en la especialidad cardiológica en el Hospital4,5. Warneford Thomson fue hijo de Isabella Fraser (hermana de Robert) y Hugh Warneford Thomson, un comerciante inglés que fue el subgerente de Robert Fraser en Alpargatas, una empresa familiar que tuvo un gran crecimiento en aquel entonces. Esta familia llegó de Escocia, desde un pueblo llamado Arbroath, donde inventaron e importaron la maquinaria para la fabricación de las famosas “alpargatas”, entre otros artículos de uso cotidiano. En el año 1922, el padre de H. F. Warneford-Thomson fue asesinado de un disparo realizado en su oficina por el amante de una obrera que había sido desvinculada. La madre de H. F. Warneford Thomson se casó en segundas nupcias con el Sr. Duncan, gerente general del Ferrocarril Sur (actualmente Ferrocarril Roca). Al morir su padre, Robert Fraser valoró muy especialmente a su sobrino, tratándolo como un hijo más y empleándolo como médico de la empresa Alpargatas, dado el estrecho vínculo que había entre ellos.

El hallazgo de la estatua no fue casualidad; como dijo Borges, “cualquier encuentro casual es una cita”, estaba predestinado para que hoy día presida nuestro jardín.

El escultor:Giacomo Moreno

Nació en Ceriale, provincia de Savona, región de Liguria, el 4 de diciembre de 1832. Fue nominado Caballero de la Corona Italiana en 1897, y falleció a sus 78 años el 25 de junio de 1910 en la misma ciudad8,9. Sus padres, Pietro y Chiara Bevilacqua, fueron modestos agricultores, y gracias a sus precoces dotes de artista lo enviaron a la Accademia Ligustica di Belle Arti di Genova, donde está confirmada su presencia desde 1852 y donde estudió con Santo Varni (1807-1885).

Inició una actividad artística independiente a finales de los años cincuenta, con una serie de angelitos que vendió rápidamente. Hábil retratista, en la década de 1860 expuso continuamente múltiples retratos y bustos de mármol en exposiciones de Génova.

La mayor parte de la producción conocida y bien conservada se encuentra en el cementerio de Staglieno, en Génova. Su amplia producción funeraria se basa en la corriente del realismo burgués, de la que pronto se convirtió en uno de los principales intérpretes. Fue muy buscado en Liguria y en el extranjero por su excelente habilidad para trabajar el mármol y por su capacidad para representar los sentimientos de los personajes esculpidos.

En 1868, cuando ya tenía su estudio establecido y recibía importantes encargos, terminó un conjunto escultórico de dimensiones colosales, que representó a Hipócrates, Galeno y Avicena, concebido para decorar la puerta principal del hospital de San Buenaventura de Buenos Aires. En el mismo lugar y en el mismo año hizo otras diez colosales estatuas de mármol, probablemente esculpidas con anterioridad, que representan a médicos ilustres del pasado. Consiguió plasmar las fisonomías de los personajes a través del mármol, hasta los granos de la piel, el realismo de las arrugas y los diferentes tipos de tejidos de las ropas y, ya en esa época, había creado monumentos funerarios para ser colocados en el hospital de Camogli. En el cementerio de Staglieno, algunas de sus obras atestiguan en el estudio del artista y como las de “La Carità” y “Pia dei Tolomei”. En 1869 creó la “Tumba de Petzalis”, destinada al cementerio de Patras.

En general, adhirió a la estética de la escultura funeraria de la época, que abandonaba la representación de significados trascendentes, aumentando en cambio los detalles del contexto de la vida terrenal del difunto y de sus afectos. A menudo, el monumento funerario individual fue reemplazado por la tipología de la tumba familiar, donde las viudas y los niños huérfanos eran meticulosamente retratados en muestras compuestas de dolor y lágrimas o en un acto de oración8.

En 1878, en el pórtico inferior occidental del cementerio de Staglieno, realizó la Tumba de Badaracco en la que, con extremo realismo, logró retratar el dolor de una mujer que llora al difunto, dando vida, a través del tratamiento del mármol, a los detalles de la veta de la piel, pelos individuales y de las cejas, la transparencia de las lágrimas y el encaje del vestido (Figuras 5 y 6). Realizó la columna de Riccardo Devoto colocada en la tumba en honor al difunto, siempre con extremo realismo, representó a la hija del difunto de perfil, con las manos entrelazadas, destacando, como habitual, los detalles del tejido del vestido y el peinado. En la primera mitad de los años 1880 creó la Tumba de Borzino en la que, dentro de una arquitectura neorrenacentista, se sitúa la figura de una joven en el acto de dar limosna a una mujer que sostenie a un niño en brazos en un cementerio.

Era práctica habitual de Moreno realizar réplicas de las esculturas, adaptándolas a los distintos encargos. Siguió un grupo de artistas que crearon esculturas a imagen y semejanza, no notando diferencias entre unas y otras, o como ellos decían “No dejes que tu izquierda sepa lo que hace la derecha”, perfectamente similares en cuanto a poses y detalles de los personajes, como por ejemplo la Tumba de Del barbiere de 1887 en el cementerio de Staglieno, la figura de la joven también está presente en la Tumba de Moreno, previamente creada para su padre en el Ceriale (Figuras 7 y 8). Debido a su fama, sus esculturas fueron replicadas por otros artistas, quienes pagaron al autor los derechos económicos por la invención del original, pero en ocasiones también se hicieron copias no autorizadas de sus obras como algunas presentes en América Latina.

En 1890 realizó la Tumba de Enrico Amerigo (Génova, cementerio de Staglieno) y dos años más tarde la Tumba de Grondona. En la Tumba de Carolina Gallino (1894), en el nicho núm. XXXI del pórtico inferior oriental del cementerio de Staglieno, abordó con modernidad el tema del duelo burgués por los muertos, eligiendo representar a los familiares del difunto no en el momento de su fallecimiento, sino decididos a rendir homenaje a la tumba del fallecido durante una visita al cementerio (Figura 9).

El tema de la muerte es tratado por Moreno y muchos de sus escultores contemporáneos como una manifestación social, en la que debe participar toda la familia. Es un arte didáctico, que muestra al observador, y un ritual de comportamiento ejemplar. El busto que representa a la difunta Carolina es abrazado por una niña, a quien una mujer, probablemente su madre, le enseña el valor burgués de la piedad; mientras que el hombre, probablemente el marido, expresa su dolor de forma más solitaria, mirando al suelo con los brazos cruzados (Figura 9). Además, entre las numerosas esculturas del cementerio de Staglieno, también cabe mencionar las tumbas de Bernardo Figari y la tumba de Lagorio-Serra. Creó tumbas para el cementerio de Río de Janeiro, el de Valparaíso y el de Montevideo.

Es considerado uno de los mejores intérpretes de la escultura realista burguesa de la segunda mitad del siglo XIX; a pesar de ello, no aparece con frecuencia en los catálogos y se han encontrado pocas menciones en la prensa de la época.

Los escultores en Argentina

en el siglo XIX

Se conocen obras bastante antes de 1850, producto de nuestros dibujantes, litógrafos y pintores. Sin embargo, los escultores, con la excepción hecha de los aborígenes (…) en Misiones, recién aparecen después de 187010-12.

Los escultores activos en Buenos Aires en 1869 eran 72 según el Censo Nacional efectuado ese año, pero esta cifra puede resultar engañosa si consideramos la posible arbitrariedad del censista de consignar a ebanistas y orfebres en esa categoría13.

La concepción del escultor como artesano, generalizada en Buenos Aires, no significó que muchos de ellos, concentrados en la realización de producciones decorativas, no aspirasen a dedicarse a la escultura según criterios enteramente estéticos. Probablemente, las necesidades económicas los habían obligado a adaptar sus ambiciones artísticas a las demandas del sector burgués que contaba con los recursos suficientes para comprar los trabajos que se amontonaban en sus talleres14,15.

La Exposición Continental constituyó una instancia de envergadura en el proceso de profesionalización de los escultores, puesto que contó con una sección dedicada exclusivamente a las bellas artes. Asimismo, esta experiencia resulta interesante de examinar por ser el ámbito donde presentaron sus producciones los primeros escultores argentinos, cuyos nombres quedaron registrados en la historiografía local11.

El certamen estuvo abierto del 15 de marzo al 15 de julio de 1882, en un edificio construido en la plaza Miserere con la organización del Club Industrial Argentino y el auxilio del erario. El evento representó un acontecimiento cultural y tecnológico destinado a promover una imagen moderna de Argentina que colaborase con la captación de mano de obra e inversores extranjeros capaces de potenciar su desarrollo económico. Su designación como capital del país convirtió a Buenos Aires en el escenario principal del proyecto liberal gestado a inicios de la década por una clase dirigente encabezada por Julio A. Roca en su condición de primer mandatario (quien colocó la piedra fundacional del 4to hospital). El Estado en formación garantizó la estabilidad del régimen político, el afianzamiento de la hacienda pública, la unificación del sistema monetario, el fortalecimiento de la justicia federal y el delineamiento territorial de las fronteras. Asimismo, el interés oficial de convertir a la nación en una promesa económica destinada a ocupar un lugar de privilegio en América del Sur requirió el aumento de la producción de materias primas para expandir su influencia en el mercado comercial internacional. Los visitantes de la Exposición pudieron recorrer las salas ocupadas por las 14 provincias argentinas, un centenar de compañías privadas y una docena de países10,11,15. Los preparativos de la muestra contemplaron también la jerarquización urbanística de la zona que había funcionado hasta entonces como estacionamiento de carretas del mercado de verduras que abastecía a la ciudad. En este sentido, un intento por embellecer la plaza Miserere había sido impulsado por los administradores de ese establecimiento con la colocación de una estatua de América en 1854. Esta figura en terracota, cuyo autor desconocemos, había sido erigida para conmemorar la revolución del 11 de setiembre de 1852. Nicolás Avellaneda (1837-1885) fue designado presidente honorario de la Exposición en reconocimiento al patrocinio desplegado a favor de su concreción durante su desempeño como mandatario del país16,17.

En este sentido, el vestíbulo del edificio de la plaza Miserere fue decorado con una pintura al fresco de la Casa de Juan Seró en el techo y una serie de esculturas en mármol que representaban destacados médicos distribuidas en el piso sin pedestal. Estos trabajos de tamaño natural ejecutados en Génova correspondieron a Hipócrates de Cos (460-370 a. C), Galeno de Pérgamo (129-216 d. C), Avicena (980-1037), Thomas Sydenham (1624-1689), Hermann Boerhaave (1668-1738), Samuel Hahnemann (1755-1843), François Broussais (1772-1838), Mateo Orfila (1787-1853), Jean Cruveilhier (1791-1874), Armand Trousseau (1801-1867), Auguste Nélaton (1807-1873) y Ferdinando Gobbi (1811-1889)10,18.

El 15 de marzo de 1882 fue la fecha de apertura de la Exposición Continental que significó la presentación inaugural de Francisco Cafferata (1861-1890) y Lucio Correa Morales (1852-1923) quienes serían los primeros escultores argentinos cuyos nombres quedaron registrados en la historiografía local10. La producción mostrada por estos jóvenes fue el resultado de la formación artística recibida en Florencia, a donde habían partido apenas instruidos en el dibujo debido a la ausencia de academias locales para el aprendizaje de la disciplina de su elección. En 1919 aconteció el suicidio de César Santiano (1886-1918). Este escultor fue uno de los protagonistas de la generación que representó un cierre al período transcurrido hasta 1910 y el comienzo de una etapa de renovación plástica que sería proseguida por la irrupción de manifestaciones vanguardistas en el país. Resulta necesario señalar que ese año es significativo puesto que ese grupo de escultores confirmó la consolidación del proceso de profesionalización y legitimación de las artes plásticas en Argentina iniciado a fines del siglo XIX11.

Buenos Aires fue el escenario principal del proyecto político gestado a inicios de la década de 1880 por una clase gobernante, encabezada por el estadista Julio A. Roca, encauzada en los parámetros del liberalismo y las nociones de civilización y progreso. La pujante actividad comercial y agroexportadora de Argentina en esos años favoreció la conformación de una burguesía y una oligarquía terrateniente de componentes criollos y foráneos. A imitación de sus congéneres en Europa, los integrantes de estas comenzaron a adquirir pinturas y estatuillas de pequeño formato de procedencia extranjera en los bazares de ramos generales para decorar sus viviendas12. De igual modo, algunas esculturas de mayor tamaño arribaron al puerto del Río de la Plata de la mano de compradores más especializados como los coleccionistas Aristóbulo del Valle (1845-1896) y Manuel José Guerrico (1800-1876) y su hijo José Prudencio (1863-1933), capaces de afrontar sus costos de compra y traslado al país13. El ambiente de las artes plásticas de Buenos Aires se presentó muy poco alentador para los artistas argentinos al promediar el siglo XIX. La ausencia de galerías especializadas en la exhibición de obras de arte y de instancias de consagración de las producciones locales impulsó a un grupo de pintores argentinos y europeos a fundar la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en 187616,17. Los promotores de esta iniciativa privada fueron José Aguyari (1843-1885), Carlos Gutiérrez (1858-1921), Julio Dormal (1846-1924), Alfredo Paris (1849-1908), Eduardo Schiaffino (1858-1935) y Eduardo Sívori (1847-1918)10-17. Esta agrupación orientó sus actividades en auxilio de los artistas establecidos en la ciudad a través de la organización de exposiciones, la entrega de premios, la apertura de una biblioteca y la instalación de una Escuela de Dibujo (1878) cuyas clases siguieron los programas vigentes en las academias de Europa. Los escultores extranjeros activos en Buenos Aires en la década de 1880 fueron mayoritariamente italianos, de regulares destrezas técnicas y con objetivos comerciales, arribados al país poco antes de esa fecha, como Camilo Romairone (n. mediados del s. XIX).

Por su parte, los escultores argentinos no eran numerosos hacia esa misma época en la metrópoli. Varias fueron las razones que podemos conjeturar10. En primer lugar, la escultura fue una actividad que requería la destreza física de sus artífices para trabajar materiales pesados y voluminosos o desplegar sus tareas en andamios colocados a elevadas alturas. En segundo lugar, esta actividad necesitó de la solvencia económica de sus hacedores para poseer espacios amplios y afrontar los gastos de contratación de ayudantes y talleres de fundición de metales. De esta manera, los escultores argentinos se concentraron en la obtención de la ejecución de algún monumento conmemorativo auspiciado por el Estado o una producción rentable centrada en retratos particulares, estatuillas para la decoración de viviendas y escultura funeraria. La primera generación de escultores argentinos registrada por la historiografía local estuvo formada por Cafferata y Correa Morales, quienes retornaron a Buenos Aires en 1882 y 1883, respectivamente. La formación de ambos había transcurrido en Florencia bajo la guía de Augusto Passaglia y Urbano Lucchesi. De regreso en el país, Cafferata y Correa Morales debieron enfrentarse a un mercado artístico poco receptivo a sus esculturas. Esta situación precipitó al primero a un trágico final y al segundo a un empleo administrativo estable y rentado en el Zoológico que, posteriormente, combinó con su cargo de profesor en la Escuela de Dibujo de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. En este contexto Josefa Aguirre de Vassilicos (1838-1913), Mateo Alonso (1878-1955), Hernán Cullén Ayerza (1879-1936), Arturo Dresco (1875-1961), Luisa Isella (1886-1942), Alberto Lagos (1885-1960), Lola Mora (1866-1936), César Santiano, Rogelio Yrurtia (1879-1950) y Pedro Zonza Briano (1886-1941) se convertirán en los protagonistas del recambio generacional que vendrá a desplazar a Correa Morales de la escena local en momentos en que el proyecto artístico de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes había comenzado a experimentar un paulatino agotamiento.

Los viajes de estudio a Europa y la participación en salones de bellas artes europeos y exposiciones internacionales fueron dos aspectos cruciales en el proceso de formación y profesionalización de los artistas abordados en esta investigación. Las estadías educativas en Italia (en el caso de Cafferata, Correa Morales, Dresco, Mora y Santiano) y en Francia (en Isella, Lagos, Yrurtia y Zonza Briano) fueron una instancia central de aprendizaje para estos jóvenes provenientes de un entorno percibido como desprovisto de una tradición escultórica propia. La decisión de la mayoría de estos escultores de afincarse en París, según el ejemplo de los artistas fundadores de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, en lugar de Florencia, siguiendo a Cafferata y Correa Morales, respondió a que “Italia comenzaría entonces a ser percibida como el lugar de la tradición artística, en tanto París pasaría a ser el “foco del arte moderno”16.

Las estatuas que llegaron

a Argentina

Un trabajo dice “es sabido que América del Sur recibe 13 estatuas colosales de grandes médicos de la humanidad, de las cuales 3 (Hipócrates, Galeno y Avicena) creadas en 1868 fueron realizadas por encargo para la puerta principal del Hospital San Buenaventura de Buenos Aires”, luego Hospicio de las Mercedes, actualmente Hospital José Tiburcio Borda9.

En trabajo agrega: “Estos trabajos de tamaño natural realizados en Génova correspondieron a Hipócrates de Cos, Galeno de Pérgamo, Hermann Boerhaave, Thomas Sydenham, Jean Cruveilhier, Samuel Hahnemann, Auguste Nélaton, Avicena, Ferdinando Gobbi, Mateo Orfila, Armand Trousseau y François Broussais”. Como se observa, hay 12, y se desconoce si existe una más9.

Una nota del diario La Nación del 16 de abril de 1882 dice “Desconocemos la autoría de las estatuas de los médicos referidos. No obstante, podemos conjeturar que estas fueron adquiridas para el edificio del Hospital Italiano inaugurado en Buenos Aires en 1872. En la actualidad, el jardín del nosocomio posee una figura de tamaño natural de Avicena y otra de iguales características de Galeno de Pérgamo. En este sentido, podemos arriesgar que se trata de los compañeros de Hipócrates en la Exposición Continental de Buenos Aires de este año”19. Asimismo, “la entidad conserva las figuras de pie de tamaño natural de Hermann Boerhaave, Ferdinando Gobbi y Armand Trousseau. Para la ceremonia de su apertura, el Hospital Italiano había adquirido una réplica de tamaño natural de la Caridad de 1824 de Lorenzo Bartolini (1777-1850) (Figura 10) que se encuentra en la galería Palatina de Florencia, que había sido expedida desde Génova por el profesor Gaggini. Acaso, estas esculturas fueron enviadas para el Hospital Italiano, pero fueron cedidas a la Exposición Continental o la colonia italiana las adquirió para la entidad con posterioridad a su exhibición en la competencia”.

El miércoles 15 de marzo de 1882 el diario La Libertad anunció la apertura de la Exposición Continental Sudamericana de 1882, una Exposición Universal que se organizó en Buenos Aires por el Club Industrial Argentino y la Nación20. Fue la segunda realizada en suelo argentino tras la de Córdoba de 1871 y permaneció abierta durante más de 100 días. Muchos redactores de la época opinaban que si bien esta exposición tuvo mayor alcance que la de Córdoba, no fue tan redituable como aquella. En realidad, la plaza 11 de Septiembre (hoy Miserere) comenzó a tomar carácter de espacio abierto al público después de la Exposición Continental realizada en 1882 durante la presidencia del General Julio A. Roca. Hasta entonces allí había funcionado el Mercado Once de Septiembre. En 1882, el Club Industrial inauguró en la Plaza Once la Exposición Continental, a la cual concurrieron todos los países de América y algunos europeos. Cerca de 100.000 objetos se exhibieron en sus tres hectáreas. Concurrieron 2.000 expositores nacionales y 1.200 extranjeros (Figura 11).

Los médicos de las estatuas

de Moreno y su paradero

Como hemos dicho, la estatua de Sydenham (Figura 1) se encuentra en el Hospital Británico; las de Boerhaave (Figura 12), Hahnemann (Figura 13), Orfila (Figura 14), Cruveilhier (Figura 15), Trousseau (Figura 16), Gobbi (Figura 17), en el Hospital Italiano.Todas las estatuas del Italiano tienen en la base el nombre del autor, la firma, año de realización y la ciudad de origen (Figura 18), además del de la persona que ha donado las estatuas (Figura 19). La de Sydenham del Hospital Británico también tiene los datos (Figura 20). No se conoce el paradero en la actualidad de las estatuas de Hipócrates, Galeno, Avicena, Broussais, Nélaton y si de si existe una décima tercera. En el Hospital José Tiburcio Borda debieran estar las de Hipócrates, Galeno y Avicena (no las he encontrado en una recorrida personal) e inclusive me he comunicado con el actual Director del Museo Histórico de Salud Mental, Lic. Carlos Dellacasa, quien nunca las ha visto; pero el diario La Nación menciona “...podemos conjeturar que estas fueron adquiridas para el edificio del Hospital Italiano inaugurado en Buenos Aires en 1872. En la actualidad, el jardín del nosocomio posee una figura de tamaño natural de Avicena y otra de iguales características de Galeno de Pérgamo. En este sentido, podemos arriesgar que se trata de los compañeros de Hipócrates...”, es decir, de Galeno y Avicena, que seguro estuvieron en el Italiano, pero no están en la actualidad19,21.

Focalizamos en este trabajo la figura de Sydenham, pero derivamos al lector interesado a explorar las biografías de las personalidades de las otras estatuas1,22-31.

A modo de cierre, creo que las imágenes son como la energía se crean (y no se destruyen) se transforman a través de la mirada de los que las disfrutan. La historia del arte es un diálogo de los artistas con la tradición. Mirando estas imágenes uno dialoga con los artistas del pasado.

Instituciones de diferentes épocas y culturas han erigido estatuas para homenajear a sus médicos más prominentes. Aún hoy las vemos señorear desde los frontispicios y erguirse sobre pedestales en salones, jardines y galerías de grandes hospitales, facultades de medicina y academias científicas.

Las grandes culturas se caracterizan por sus profundas creencias. Las más prestigiosas instituciones respetan celosamente sus tradiciones. También hay una tradición del Hospital Británico. Una tradición de trabajo y superación. Un concepto construido durante más de 180 años y que puede personificarse en referentes propios del pasado y de la actualidad. Hombres preeminentes que probaron que existe una forma diferente y mejor de hacer medicina. Sus trabajos dejaron marcas imborrables y continúan multiplicándose en sus discípulos, dentro y fuera de nuestro hospital. Los tiempos cambian y las formas de homenaje también, pero es menester que nunca perdamos la tradición de reconocer a quienes nos precedieron.

El título del libro de Marcel Proust (1871-1922) es “en la búsqueda de un tiempo perdido”, y siguiendo esa línea diría que continuó en la búsqueda de las estatuas perdidas.

Agradecimientos:

Al Dr. José Nápoli escultor, ginecólogo y patólogo del Hospital Británico, por la puesta en valor de la estatua; a Esteban Langlois, vicedirector Médico del Hospital Italiano de Buenos Aires, por la visita guiada y suministro de material sobre las estatuas del italiano pertenecientes a Giacomo Moreno; a Robert Fraser por los datos de su bisabuelo; y a John Hunter por su participación en el proyecto de puesta en valor de la estatua.

  1. Young P. Thomas Sydenham (1624-1689), a casi 400 años de su nacimiento. Fronteras en Medicina 2023;18:122-33.

  2. Young P, Finn BC, Bruetman JE, Emery JDC, Buzzi A. William Osler (1849-1919): el hombre y sus descripciones. Rev Med Chile 2012;140:1223-32.

  3. Young P. Dr. Juan David Carlos Emery (1939-2024): la pérdida de un Maestro. Fronteras en Medicina 2024;19:75-7.

  4. Makhoul SS. Historia del Servicio de Cardiología del Hospital Británico de Buenos Aires. Parte I. Fronteras en Medicina 2012;1:31-9.

  5. Makhoul SS. Historia del Servicio de Cardiología del Hospital Británico de Buenos Aires. Parte II. Fronteras en Medicina 2012;2:61-9.

  6. Warnerford-Thomson HF. El Hospital Británico de Buenos Aires: una historia 1844-2000. L.O.L.A. Editora. Buenos Aires; 2001.  

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Autores

Pablo Young
Servicio de Clínica Médica, Departamento de Docencia e Investigación, Hospital Británico de Buenos Aires.

Autor correspondencia

Pablo Young
Servicio de Clínica Médica, Departamento de Docencia e Investigación, Hospital Británico de Buenos Aires.

Correo electrónico: pyoung@hbritanico.com.ar

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Revista Fronteras en Medicina
Número 03 | Volumen 19 | Año 2024

Titulo
Estatua de Thomas Sydenham, la incógnita develada

Autores
Pablo Young

Publicación
Revista Fronteras en Medicina

Editor
Hospital Británico de Buenos Aires

Fecha de publicación
2024-09-30

Registro de propiedad intelectual
© Hospital Británico de Buenos Aires

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